Jurabas permanecer,
tanto en lo bueno como en lo malo.
Constantemente.
Y ahora, dime.
Cuando mi cuerpo se tambaleaba y no tenía donde aferrarme, ¿dónde estabas tú?
Cuando mi mundo se inundaba y buscaba con ansias el salvavidas, ¿dónde estabas tú?
Cuando escocían mis heridas.
Cuando me sentía sola.
Cuándo pasaba largas noches de invierno, muriendo de hipotermia.
¿Dónde
cojones estabas tú?
Quizás el fallo fue, que no entendieras la diferencia entre “estar en lo bueno” y “estar en lo malo”
Quizás no me escuchaste, el día que advertí que mi temperamento, mi inseguridad, y mi autoestima rota podrían sacarte de quicio...
Quizás no pensaste en los rasguños qué inevitablemente conlleva abrazar a una persona rota.
Tampoco te percataste de qué,
aún estando rota tuviste mi mejor versión,
completa.
La duda que me corroe por dentro es: el día que te des cuenta de cuánto me has fallado...
¿Dónde estaré yo?